viernes, 1 de junio de 2012

A cada problema una solución - 1.Peros

La convivencia con un animal de compañía puede ser mejorada si conocemos algunos “trucos” básicos que en muchos casos pueden solucionar algunos de los principales problemas y transformar situaciones de tensión en momentos agradabl

¿Qué hago cuando tira de la correa durante el paseo?



El hecho de tirar de la correa se puede decir que es aprendido. Y somos nosotros los que enseñamos al perro a tirar más y más fuerte. Como siempre decimos, los perros “van a lo que les funciona”, así que pronto aprenden que tirando de la correa llegan antes donde quieren. Y nosotros no hacemos nada más que tirar del otro lado haciendo que el juego sea. “Si yo tiro, él tira y los dos avanzamos”. Esta conducta se instaura muy temprano en el cachorro, pero las quejas siempre empiezan en el perro adulto. Solo que la conducta ya se ha aprendido e instaurado y es más difícil recuperar el control de la situación.
La clave, como siempre, está en la paciencia y coherencia. Entre lo que podemos hacer hay algunas soluciones diferentes que pueden adaptarse a cada caso.
Empecemos desde casa: antes del paseo intentamos no excitar al perro: cojamos la correa despacio, no le animemos con palabras. Solo nos agacharemos esperando que venga y le pondremos la correa. Estaría bien, en casos en los cuales el perro es muy excitable, dejar la correa en sitios habituales, cogerla aunque no se salga de casa, para que cuando el perro la vea no la asocie al paseo y se ponga nervioso.
Utilicemos premios: esparcir un puñado de premios en el suelo puede enseñar al perro que no solo pasa algo bueno al parque donde quiere ir de prisa, si no que si va despacio también en el trayecto pasan cosas buenas y sobre todo si no tiene prisa.
Parémonos si el perro tira: en este caso el perro aprenderá que si tira va a pasar algo poco divertido, que es que se para, mientras que si camina más tranquilamente podrá avanzar, que en definitiva es lo que quiere. Si conseguimos que no tire podemos, en el mismo momento, tirar unos cuantos premios y después, siempre con la correa sin tensar.
Collares y correas: nunca utilizaremos collares de púas o de ahogo que crean dolor al animal. Hay en comercio collares tipo Halti o Gentle Leader que se colocan a la cabeza y alrededor del hocico y consiguen cambiar la dirección de la cara cada vez que el perro tira de la correa. La mejora es casi inmediata, y pueden ayudar en situaciones en las cuales el perro estira mucho.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         Mi Mi perro ladra todo el día



Es uno de los problemas más comunes y que mucho puede afectar al propietario y a la convivencia con los vecinos. Los continuos ladridos pueden acabar con una buena relación con el perro hasta el punto que muchos propietarios deciden deshacerse de él, a menudo a raíz de denuncias por parte de los vecinos.
Como el problema no se soluciona con una varita mágica, es importante implicarse y buscar la causa del problema. Son muchas las situaciones que provocan el ladrido del perro, muy diferentes y con diferentes causas. Buscarlas representa el primer paso hacia la solución, aunque en muchos casos es necesaria constancia y disciplina, del perro y del propietario.
Pero ¿por qué ladra el perro?
La raza seguramente representa un factor de predisposición, pero el ambiente, el aprendizaje y la experiencia son los factores determinantes. Hay razas más predispuestas a ladrar, en general las pequeñas que pueden llegar a ladrar para cualquier cosa. Son razas más reactivas y enérgicas, pero no son las solas. También perros de trabajo, muy activos, pueden ladrar, sobre todo cuando quieren “marcha”, considerando que se aburren con facilidad si no los estimulamos psíquicamente. Razas de guarda también pueden ladrar con más frecuencia.
Un perro dejado solo todo el día es probable que se aburra y, a parte otros problemas de comportamiento, puede ponerse a ladrar ininterrumpidamente. No se trata solo de perros dejados en pisos, si no también en jardines, según la convicción que si el perro está al aire libre estará bien aunque no se le haga caso.
Otra razón que muy a menudo causa ladridos es el miedo. Muchos perros pueden tener falta de socialización durante su periodo sensible (de las 3 semanas a los 3 meses) y esto puede hacer que desarrollen miedo a lo que no han aprendido a conocer. En este caso es importante identificar la causa de miedo e intentar que poco a poco el perro se familiarice con ella, por ejemplo haciendo asociaciones positivas, comida apetitosa, caricias, juego y…mucha paciencia.
Una circunstancia, también muy frecuente, es ladrar para llamar la atención del propietario. Es una herramienta que siempre le funciona al perro porque, aunque solo le reñimos o le decimos “¡basta!” su propósito se habrá cumplido. En este caso ignorar al perro es lo mejor que podemos hacer, aunque a menudo sea difícil. Mejor aún será premiar las conductas deseadas, es decir si el perro está tranquilo. En este caso podemos acercarnos a él y premiarlo, intentando no subir la excitación, simplemente acariciarlo y darle un premio. El perro asociará que cuando está tranquilo tendrá premio y si se excita se le ignorará.
Por último un fenómeno muy común es cuando el perro ladra detrás de una valla. En este caso puede tratarse de una conducta aprendida en cuanto de cachorro todo el mundo se paraba a decirle algo, mientras que de adulto la gente no se acerca tanto. Así él intenta llamar la atención ladrando, pero obtiene el efecto contrario: nadie se acerca. Esto provoca en el perro una frustración que transforma su deseo de que el ser humano se acerque en malestar cada vez que es rechazado. Así que el círculo se cierra. En este caso es importante que el animal no vea la calle y se intente poner una valla más apropiada. Otra causa de ladrido en caso de perros que viven en el exterior es la protección del territorio. En este caso el perro se da cuenta que ladrando obtiene lo que quiere, es decir que los extraños ese alejen. Así que “va a lo que le funciona” y el comportamiento se refuerza. Es importante prevenir este comportamiento, habituando al perro que si viene alguien pasan cosas buenas, se le distrae, se llama su atención para que no pueda establecer esta conducta y la asociación entre el ladrido y el hecho de que el “intruso” se va.
Hay muchas condiciones en las cuales los perros pueden manifestar la conducta de ladrido excesivo, y, como hemos visto, la cosa más importante es buscar la causa para poder actuar correctamente.

¿Qué hago si se pelea?



La agresividad es un comportamientote los perros del todo normal. Así que la evolución ha premiado este comportamiento, seleccionándolo en todas las especies. El problema es controlar y reconducir esta agresividad en situaciones de la vida cotidiana que pueden llevar a conflictos a veces peligrosos. Un concepto importante es que un perro no nace agresivo, si no aprende a utilizar la agresividad en determinadas situaciones solo porque “le funciona”. La tendencia a ser más o menos reactivo puede ser genética, pero el ambiente juega un papel determinante para que el perro aprenda que si se comporta de forma agresiva obtiene lo que quiere. Las causas que desencadenan la agresividad pueden ser varias y en este sentido cada perro es un mosaico de emociones en el momento de desencadenarse la agresividad. Así que identificar la causa y el detonante representa el paso indispensable para solucionar el problema. La postura del perro y el blanco de la agresividad pueden completar el cuadro. Si el perro presenta una postura claramente dominante es que quiere afirmar su poder sobre el contrincante; al contrario, si la postura es de miedo ésta es la causa de su agresividad, intentar defenderse de algo que percibe como un peligro. Desgraciadamente en la mayoría de los casos las cosas no son tan sencillas y el perro muestra posturas ambivalentes, mezcladas entre miedo y dominancia. Estos casos deben ser estudiados con atención porque pueden interactuar diferentes componentes, como la ansiedad, la falta de una socialización adecuada que implica no saber cómo acercarse a otro perro (falta de aprendizaje de los rituales), aprendizaje equivocado y reforzado en el cual el perro  aprende que con la agresividad puede solucionar sus problemas. Por esta razón el diagnóstico es indispensable en la cura de este problema.
Si llegamos a las consecuencias extremas de la pelea, hay algunas cosas que absolutamente debemos evitar, como:
Ponernos en medio de la pelea: lo más probable es que nos llevemos un mordisco de algún contrincante por la llamada “agresividad redirigida” o por equivocación;
Coger en brazos a los perros pequeños: por la misma razón, en una situación de excitación el perro puede mordernos porque no puede alcanzar su objetivo principal y mordernos para descargarse;
Gritar y excitarse: aumenta la tensión y excitación de la situación.
En caso que el conflicto no sea demasiado grave, lo mejor es que dejemos que los perros resuelvan sus diferencias. Pero, evidentemente, si vemos que la situación pone en peligro a los perros es importante actuar con firmeza y sangre fría. Evitando los comportamientos antes descritos, podemos coger las patas traseras de los dos perros (evidentemente con la ayuda de otra persona), para que pierdan el contacto con el suelo, el apoyo y el equilibrio. De esta forma podemos tirarlos hacia atrás para que retrocedan y, así, separarlos. Si no puede ayudarnos nadie, intentaremos esta maniobra con el perro más agresivo y dominante que ha empezado la pelea para tener más posibilidades de éxito. 


Mi perro es demasiado efusivo con los amigos y las visitas



Paseamos por la calle con nuestro perro y encontramos a una pareja de amigos.  Como siempre él los reconoce y empieza a tirar para poder saludarlos. Y como siempre se les tira encima y empieza a lamerlos moviendo la cola. Otra situación: invitamos unos amigos a cenar y nuestro perro se pone muy excitado y se les sube, pide comida a la mesa, corre de un lado a otro, ladra y hace que la tranquila velada se transforme en una lucha… Son ejemplos muy comunes y las reacciones de los propietarios normalmente se reducen a dos fundamentales: dejar que el perro haga todo lo que quiere (pobrecito, solo está manifestando su alegría), o cerrarlo en una habitación, en el caso de las visitas a casa. Las dos reacciones son incorrectas y no solucionan el problema, pudiendo incluso llegar a estropear las relaciones sociales con los amigos. No a todo el mundo le gusta que un animal se le suba encima o sea el centro de la atención de todos.
En muchos casos el primer paso es darnos cuenta que efectivamente hay un problema y que tiene solución solo si nos “ponemos las pilas” y empezamos a trabajar y a proporcionar al perro una correcta educación. Muchos propietarios están convencidos que educar al animal es transformarlo en un ser infeliz, triste y contener sus instintos. En realidad es mucho peor no educarlo y que no entienda porque nos ponemos nerviosos o lo castigamos en algunas situaciones.
Una vez estemos concienciados a solucionar el problemas hay una serie de reglas y trucos que podemos utilizar.
Obediencia básica: pasear correctamente con el perro sin que estire de la correa y enseñarle que cada vez que se acerca una persona conocida tiene que sentarse. Este ejercicio necesita entrenamiento, paciencia y muchos premios. Se trata de enseñar al perro una conducta incompatible con la que no deseamos que haga (si está sentado no saltará encima de las personas).
Ignorar la conducta indeseada: cuando llegamos a casa el perro nos esperará para saludarnos con ansia para recibir nuestras caricias. En el momento en el cual abrimos la puerta salta y nos saluda y nosotros correspondemos con caricias, besos y palabras cariñosas. Estamos reforzando este comportamiento. Cuando llegamos a casa debemos evitar hacer caso al perro si está excitado para no aumentar y reforzar esta excitación. Solo cuando se haya calmado, lo llamaremos y premiaremos su comportamiento tranquilo con premios y caricias.  
Hacer que aprenda a estar en “su sitio”: podemos poner una manta en un rincón y enseñar al perro que es su sitio y premiarlo mucho jugando con él cuando se queda ahí. No se trata en ningún caso de un castigo, solo de un sitio que el perro asocia con situaciones positivas. ¡Irse a su sitio significa caricias, juegos y premios! Cuando llegan visitas, simplemente le decimos que se ponga ahí quieto y lo premiamos si no se mueve. Cuando las visitas han entrado, se le da una orden que puede ir a saludar. De esta forma se reduce la excitación y se presenta la visita al perro en un contexto más tranquilo.
Practicar ejercicios con la puerta y el timbre: una variante puede ser practicar con el timbre. Cada vez que suena el timbre se enseña al perro que se siente, así no podrá saltar. Se premian todas las acciones positivas deseadas hasta que el perro aprende que al sonar el timbre debe sentarse para recibir su premio y quedarse sentado hasta que no le decimos que puede ir a saludar la visita.


Muerde todo: ¿cómo actúo?


Es bien viva en la mente de todos nosotros la imagen de un perro que muerde con gusto un zapato. En realidad el problema de morder objetos en los perros es extremadamente importante, en muchos casos difícil de solucionar y hasta puede ser indicador de un malestar del animal más profundo. Al principio puede ser hasta divertido ver al cachorrito empeñado con su zapato, mordiéndolo con sus puntiagudos dientecillos hasta destrozarlo completamente. Hasta lo reforzamos, jugando a que el cachorro nos muerda las manos. Lo excusamos porque el cachorro debe morder porque le están saliendo los dientes y le permitimos que haga algún que oro destrozo, pensando que acabará creciendo y dejando de hacerlo. El problema es que no estamos corrigiendo este comportamiento en el momento de aprendizaje más importante y esto puede conllevar a tener un perro adulto destructor que es mucho menos gracioso.
La educación del cachorro empieza el día mismo que pone su morrito en casa. Aunque pequeño tiene todas las herramientas para aprender lo que le enseñamos y es indispensable que sepamos ponerle límites antes que se vicie con comportamientos indeseados.
Normalmente el cachorro aprende la inhibición a la mordida con sus hermanos: apretar los dientes más fuerte de lo debido, tiene como consecuencia el paro del juego, la queja y el gruñido. Pronto el cachorro aprende que si quiere disfrutar del juego debe ser menos “bruto” y aprender buenos modales. En ausencia de hermanitos y de la madre, tenemos que suplir a esta falta poniéndonos a su sitio y parando el juego si el perro tiene en la boca un objeto que no queremos que tenga o nuestra mano. Será suficiente decir un “no” decidido, parar el juego e ignorar al perro hasta que se calme.
En perros mayores en general la tendencia a destrozar debe acabar al año, año y medio. Si no es así hay algo que no va bien y debemos actuar. En general el perro destructor puede no haber entendido la diferencia entre lo que puede o no puede morder, pero en muchos casos (y empiezan a ser mucho más frecuentes), se trata de que el perro no tiene la posibilidad de desarrollar todos sus comportamientos naturales y empieza a volver su atención al ambiente a su alrededor y a destrozar todo lo que tiene a tiro. Últimamente aumentan los casos de personas que adquieren un perro sin tener tiempo para dedicarle, le dejan solo en el jardín, en casa o en pisos en los cuales el perro se aburre. Destrozar es, entonces, su forma de decir que necesita atención, relacionarse, correr, jugar, y todo lo que un animal debe hacer.
Científicamente se ha demostrado que animales que muerden por aburrimiento estimulan la producción de endorfinas, sustancias que se liberan en situaciones de placer. Así este comportamiento se refuerza porque el animal experimenta placer, casi es para él una adicción. En los casos más graves el animal puede desarrollar comportamientos autodestructivos y compulsivos que necesitan la intervención de un etólogo profesional.
La prevención a través de una correcta educación es fundamental: poner límites a los cachorros en el periodo más importante de su aprendizaje, socializar correctamente al perro, hacer que pueda desarrollar todos los comportamientos que en la naturaleza expresaría. Sobre todo entender sus necesidades y compartir nuestras actividades y nuestras vidas. 

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