miércoles, 20 de marzo de 2013

Inadaptación del perro


Cada año miles de perros son abandonados o sacrificados por su comportamiento inadecuado. Las causas más frecuentes por las cuales una persona o una familia deciden deshacerse del animal son muy variadas. Agresividad, destrozos, ladridos excesivos, solo son algunas de las razones por las cuales el humano decide que la convivencia resulta imposible. Abandonar al perro o deshacerse de él representan las vías más sencillas para solucionar un problema que en muchos casos podía ser evitado con un poco de atención y sentido común. ¿Sabemos que estos comportamientos no son formas de venganza o celo por parte del perro? ¿Nos hemos parado solo por un momento a pensar que probablemente son síntomas o demandas de ayuda?


Adaptarse al ambiente es sobrevivir
Cada ser vivo se ha desarrollado, en todo el curso de su historia evolutiva, gracias a sus mecanismos de adaptación a un determinado ambiente. La presencia de estos mecanismos ha permitido a algunas especies sobrevivir, mientras que otras sucumbían y se extinguían. Así muchos animales desarrollaban sus armas depredadoras, otros se adaptaban a ser presas y a huir, otros a moverse por centenares de kilómetros en búsqueda de alimento o a vivir en climas y hábitat extremados.

Los seres incapaces de adaptarse a nuevas condiciones y a evolucionar en consecuencia, están destinado a la extinción. 

En el caso del perro la naturaleza plasmó a un carnívoro depredador con una estructura social bien definida y funcional a un determinado ambiente natural en el
cual se desarrolló. Sin embargo lo que hoy en día conocemos como perro solo es un reflejo de lo que la naturaleza plasmó en millones de años, hasta el punto que si dejásemos algunos perros en un ambiente hostil probablemente no sobrevivirían.
El ambiente “natural” de muchas razas de perro moderno creadas por el hombre es nuestra sociedad humana, solo que hemos introducido a estos animales tan de prisa, en términos de evolución, que no han tenido el tiempo de desarrollarse y adaptarse a estas nuevas condiciones.
Es verdad que el perro ha entrado muy pronto en la historia del hombre y ha estado a su lado como compañero fiel, compartiendo el trabajo, pero hoy en día los cambios sociales que hemos experimentado, en solo pocos años, el desarrollo tecnológico y el cambio de vida de un modelo agrícola a uno urbano, han incidido tanto en el ambiente que el mismo rol del perro ha cambiado. Perros que antes compartían el trabajo con el hombre, hoy en día son relegados en pisos pequeños, y aunque tengan espacio en un jardín, no comparten en muchos casos la vida de una familia que tiene ritmos frenéticos y poco tiempo por dedicarles.
Otros factores pueden jugar negativamente en este escenario. En la vida natural el cachorro experimenta, durante el periodo de socialización, “todos los mundos posibles” o casi, en el sentido que se expone a todos los estímulos que harán parte de su mundo futuro. En cambio, en la sociedad humana, en muchos casos los cachorros se crían en un mundo demasiado protegido, sin experimentar estímulos a los cuales no podrá adaptarse más tarde o por lo menos tendrán más problemas en hacerlo. Si un perro de trabajo no recibe una educación adecuada y no es sociable, su comportamiento instintivo puede llegar a ser incontrolable
Considerando todas estas variables está claro que se puede llegar a incompatibilidades por inadaptación del perro a nuestra vida.


El comportamiento inducido por la genética
Aunque parezca raro todas las razas de perro modernas descienden de un único progenitor: el lobo. Estudios científicos de la bioquímica del ADN han permitido confirmar esta hipótesis. El hombre ha manipulado miles de generaciones de perro hasta conseguir las características que deseaba: fuerza, potencia, agilidad, valentía, aptitud a la caza, al pastoreo, a la guardia. Cada raza se ha desarrollado por un fin. Un ejemplo son los terriers. Se trata de perros diseñados por matar las ratas que plagaban los graneros de los granjeros ingleses. Se seleccionaron por su amaño pequeño, que les permitía entrar en espacios pequeños y seguir las ratas, además de comer menos representando un menor gasto por las familias. Su cuello fuerte y robusto y su carácter fiero y valiente hacían de él el cazador perfecto. Era un perro perfectamente adaptado a su ambiente. Pero ¿Qué pasa cuando este animal se cierra en un piso, se le lleva de paseo solo por hacer sus necesidades, no se le proporciona ningún estímulo ambiental y se le deja solo mucho tiempo cada día? Tenemos todos los ingredientes para que este perro desarrolle algún tipo de problema porque el mundo en el cual se había desarrollado ha cambiado repentinamente y él no ha tenido el tiempo de adaptarse a estos cambios en términos de evolución. Solo representa un ejemplo de las muchas razas de perro que se encuentran en la situación de no poder hacer frente a los cambios que les imponemos como animales de compañía. 


¿Es el perro un animal de compañía?
Todos responderíamos que sí a esta pregunta y no nos equivocaríamos. Sin embargo a la luz de lo que sabemos acerca de los cambios inducidos por la genética, debemos hacer algunos matices.  Como sabemos, muchas razas se han diseñado por responder a determinadas exigencias del hombre en determinadas condiciones y periodos históricos. Conocer la raza de perro que queremos adquirir o, en caso de adoptar, el temperamento y el carácter del animal que hemos escogido, nos ayudará a crear el ambiente más adecuado para un correcto desarrollo del animal. Adquirir un animal debe ser un acto de responsabilidad. Que el animal sea un compañero para nosotros necesariamente implica que nosotros también nos comportemos como tal, solo que por nuestra superior capacidad intelectual debemos hacer un paso más:
No debemos llegar al punto que el perro tome el control de nuestras vidas, ni mucho menos: al contrario, un perro que no tiene control por parte del propietario no es un perro feliz, es un individuo estresado que siempre busca su lugar y compite por todos los recursos a su alrededor. El hecho que un animal sea “de compañía”, no implica que deje de ser un animal por convertirse en un juguete o un robot que podemos programar. Se trata de una relación de dos en la cual cada uno debe poner su parte por lo que puede y el humano que posee la racionalidad también está llamado a dirigir la relación de la mejor forma posible.    


Cando se produce inadaptación
El hecho de que el perro se haya desarrollado para responder a estímulos provenientes de un determinado ambiente, implica que, fuera de este ambiente deba poner en marcha nuevos y diferentes mecanismos de adaptación. El más importante de estos mecanismos es el estrés. El estrés en sí no es malo porque permite al organismo hacer frente a lo que percibe como peligro y superar la situación. En el ambiente natural se produce cuando el carnívoro ataca a una presa y la presa huye, cuando hay un peligro inminente por la vida del individuo o, incluso cuando hay cambios de temperatura y de disponibilidad de alimento.
En nuestros hogares parecería, entonces, que las mascotas no puedan sufrir estrés, considerando que su vida no está en peligro y que disponen de todo el alimento que necesitan… y más. Entonces, ¿cuál puede ser la fuente de estrés en un animal doméstico como el perro?
En la mayoría de los casos se trata de un estrés social que depende de las relaciones que se establecen en el entorno doméstico. Los problemas que más observamos son:
la falta de liderazgo por parte del propietario,
castigos inapropiados o mal aplicados,
errores de comunicación,
manejo erróneo de los recursos,
incomprensión de la comunicación gestual,
falta de estimulación y enriquecimiento ambiental, 
falta de ejercicio,
falta de socialización,
incoherencia,
falta de entrenamiento,
falta de educación básica

Solo son algunos de los factores que permiten que el perro no se adapte a la vida en sociedad humana.
En este caso se ponen en marcha los mecanismos de estrés, los mismos que el animal experimenta en la naturaleza. Solo que en este caso los estímulos que producen estrés no cesan y así los mecanismos internos de respuesta al estrés se disparan y aparecen los problemas de comportamiento.
Un perro continuamente “activado” por estímulos externos, reaccionará de forma activa, por ejemplo con agresividad, o pasiva, llegando a desarrollar comportamientos compulsivos y estereotipias.
La inadaptación del animal al ambiente en el cual lo obligamos a vivir, produce una falta de Bienestar. Este concepto está relacionado con la integridad física y psicológica de los animales, características que no siempre son fáciles de medir. Una definición que se acepta bastante universalmente se basa en el criterio de las “5 libertades”, formulado por  el Consejo de Bienestar para Animales de Granja del Reino Unido (Farm Animal Welfare Council), en 1993.

Según este criterio, los animales deberían estar:

 •1.- Libres de hambre y sed: esto se logra a través de un fácil acceso a agua limpia y a una dieta capaz de mantener un estado de salud adecuado.

•2.- Libres de incomodidad: esto implica que a los animales se les debe otorgar un ambiente adecuado que incluya protección y áreas de descanso cómodas.

•3.- Libres de dolor, injurias y enfermedad: para lograr esto se deben instaurar  un buen criterio de medicina preventiva, así como establecer diagnósticos y tratamientos  adecuados a los diferentes estados de enfermedad.

•4.- Libres de poder expresar su comportamiento normal: para esto se les debe proporcionar espacio suficiente, infraestructura adecuada y compañía de animales de su misma especie, de modo que puedan interactuar.

•5.- Libres de miedo y distrés: para lograr esto se les debe asegurar a los animales condiciones que eviten el sufrimiento psicológico.

Como podemos notar, en estos puntos se hace mucho hincapié en el ambiente, considerando que, una vez proporcionado al animal el bienestar físico, es sumamente importante manejar correctamente el ambiente para que pueda también desarrollarse correctamente desde un punto de vista comportamental y emocional.


Síntomas de inadaptación
¿Cómo podemos saber si nuestro animal es feliz y si le otorgamos un ambiente saludable?
Para un ojo experto puede ser posible, aunque no siempre fácil, reconocer signos de que un animal goza de un buen estado físico y emocional. Sin embargo  los propietarios de mascotas no siempre  pueden darse cuenta de que su animal padece algún tipo de trastorno, al menos hasta que ya sea grave y aya desembocado en un problema médico o etológico. A su manera nuestro perro nos habla y debemos saber escucharle.
Una de las alarmas que debe atraer nuestra atención es la tendencia a destrozar cosas en nuestra presencia o ausencia. En algunos casos podría tratarse de ansiedad por separación o simplemente de falta de estimulación ambiental, de juguetes, de actividad física, o de atención. Por todo lo que hemos visto la actividad, sobre todo en algunas razas es fundamental para que puedan desarrollar una correcta relación con el ambiente.
El lenguaje corporal del animal puede decirnos mucho en relación a su estabilidad emocional: temblar,  tener las orejas bajadas y la cola entre las piernas, así como mostrar los dientes, gruñir y erizar el pelo, pueden ser signos opuestos entre si que pueden decirnos que el animal está reaccionando frente a algo. En muchos casos la misma agresividad puede derivar del miedo o de un estrés sufrido por demasiado tiempo. Para muchos propietarios el hecho que un perro gruña no quiere decir nada, mientras es una forma en la cual el animal nos está comunicando que algo le molesta y, en esta fase aún podemos actuar, antes que se desencadene la agresividad.
Una señal importante que algo va mal puede ser la aparición de comportamientos nuevos que nunca el animal había manifestado antes, o, al contrario, también la desaparición de algunos comportamientos normales. Un ejemplo en el gato puede ser el ronroneo. Si nos damos cuenta que desaparece mientras antes era presente, puede demostrar un cambio en el animal y en su bienestar.
La aparición de manifestaciones orgánicas puede ser provocada por problemas de bienestar, como en muchos casos de autolesiones y mutilaciones. En estos casos podemos apreciar lamidos excesivos, zona alopécicas sobre todo a nivel de la cola y del abdomen.
Puede ser frecuente la aparición de estereotipias, comportamientos repetitivos y compulsivos que los animales aprenden a poner en marcha para reducir el estrés, sobre todo crónico. Es el caso de muchos animales enjaulados, pero también de muchos perros que sufren para no poder resolver conflictos que se establecen con los dueños o a causa de un ambiente pobre en estímulos.




Conocer al perro y entenderlo
La solución a muchos de los problemas y conflictos puede ser la prevención.  Informarnos antes de adquirir un animal, sobre todo acerca de sus necesidades, no solo físicas si no también psicológicas, nos ayudará a entender como hacer bien las cosas y empezar bien nuestra relación con el perro. Antes de adquirir un perro de raza debemos informarnos sobre su carácter, si se adapta a nuestra vida, a nuestros horarios, a nuestros espacios, a nuestras posibilidades económicas, si se trata de una raza compatible con los niños, si estamos dispuestos a cambiar nuestras vidas y a ocuparnos de un ser vivo.
En caso de decidir adoptar, este trabajo puede ser menos complicado gracias al asesoramiento de personal competente que nos ayudará en la elección. Muchas protectoras proponen al potencial adoptante un cuestionario previo que le ayuda a reflexionar sobre el tema. Muchas preguntas pueden concienciar al futuro propietario, hacer que se de cuenta de todo que la adopción conlleva y 


lunes, 11 de marzo de 2013

Claves para acudir contento al veterinario




Es una relación muy especial la que une al perro y su veterinario, pero puede ser también muy importante la relación entre el veterinario y el propietario. De hecho, ésta es filtrada de forma importante por el amo del animal que lo conoce y se da cuenta de las necesidades de su mascota, además de los cambios que pueden presentarse en su vida, en general, y en su salud en particular.

En esta relación hay, en definitiva, tres actores y el dueño es el puente entre animal y veterinario. Por esta razón no representa una figura pasiva, sino sus actuaciones resultan decisivas  frente al establecimiento de una buena relación. Esto implica una acertada elección del profesional veterinario por un lado y el establecimiento de buenas costumbres en el perro. En definitiva, si el dueño maneja bien estas dos variables, podrá asegurarse tranquilidad y satisfacciones en la vida que ha decidido compartir con su mascota.

Consideraremos a continuación una serie de comportamientos y trucos importante en la elección del profesional veterinario y en la educación del perro para que las inevitables visitas periódicas no se transformen en una pesadilla.

La elección del veterinario
Todos los propietarios de perro pueden explicar anécdotas varias acerca de la experiencia que han tenido con el veterinario. Todas pueden reflejarse en una única consideración: nunca podemos generalizar. Si partimos de esta consideración podremos acercarnos a la elección del profesional que curará nuestra mascota sin ideas preconcebidas, intentando, también hacer un poco de autocrítica. En este sentido lo primero es identificar cuáles son nuestras necesidades respecto a nuestra mascota, nuestra disponibilidad de tiempo, nuestro compromiso e implicación como propietarios. Puede ayudarnos contestar a algunas preguntas, como por ejemplo:
¿Cuál es el horario de atención?
¿Es compatible el horario de la clínica con mi horario?
¿Es posible acudir al centro con cita previa?
¿Cuál es el tiempo de espera para la asignación de una cita?
¿Dispone la clínica de un servicio de urgencia?
¿Dispone la clínica de servicios adicionales que pueda necesitar (ej: peluquería,  hospitalización, pensión…)?
¿Las instalaciones son adecuadas y limpias?
¿El personal es competente y agradable?

Cada uno de nosotros tiene unas necesidades y es indispensable saber lo que queremos y necesitamos en un centro veterinario. Por supuesto la profesionalidad y los conocimientos del médico veterinario son básicos. Es importante además que la persona que escojamos para cuidar de nuestra mascota nos inspire confianza así que podamos seguir todas sus instrucciones sin dudas o temores. El ambiente confortable, limpio y agradable son indispensables para que nos sentamos bien y transmitamos esta sensación de bienestar y confianza a nuestro animal. Los animales poseen una innata empatía y pueden percibir nuestra desconfianza o incomodidad, cosa que puede dificultar la relación con el veterinario.

Después de estas consideraciones podremos empezar la búsqueda. Es muy importante si se piensa adquirir un animal, tener ya un centro de referencia: es un error pensar que se acudirá al veterinario solo en casos de “emergencia” o por la inevitable vacuna. Además en la misma clínica podremos tener informaciones útiles sobre donde adquirir una mascota y consejos para hacerlo.
Hablar con amigos o conocido puede ayudarnos, aunque vale lo que hemos dicho: cada persona es diferente y tiene niveles diferentes de exigencia respeto a los servicios que retiene necesarios.
Si debemos trasladarnos es importante tener alguna referencia de una clínica veterinaria en la zona. Para ello podremos preguntar a nuestro veterinario de confianza o buscar alguna asociación canina en la zona que pueda ayudarnos.     

Una buena educación básica puede ser la clave para que las visitas al veterinario no se transformen en una pesadilla.




Acostumbremos el animal a la visita veterinaria
En muchas ocasiones la visita al veterinario representa un estrés por el animal, pero también por el propietario y por el mismo veterinario. En principio debemos tener presente que en ningún caso es tolerable por parte de un animal un comportamiento agresivo. Muchos propietarios tienden a minimizar la importancia de la agresividad de su perro sin considerar que puede ser un comportamiento peligroso, sobre todo en una situación particular como la visita veterinaria. Por esta razón es importante educar los animales teniendo en cuenta que nunca es aceptable un comportamiento agresivo. Esta afirmación tiene aún más valor si consideramos perros de gran tamaño en los cuales la contención resulta más difícil.

Un animal bien educado colaborará porque tendrá confianza en su propietario y obedecerá siempre y cuando no se de cuenta que se encuentra en una situación de nerviosismo e inseguridad. Por esta razón el propietario siempre deberá transmitir seguridad y confianza, incluso podrá transformar la visita en un momento lúdico para su mascota.


Trabajo previo
El primer impacto con la visita veterinaria puede ser determinante en cuanto puede marcar para siempre en un sentido positivo o negativo la relación del perro con la consulta veterinaria. Por esta razón será muy útil que el perro asocie el ambiente de la consulta en general y la visita en particular, con experiencias placenteras. Hay muchos casos en que los perros ni siquiera quieren pasar en la misma cera de la clínica e intentan cruzar la calle para evitarla. Si en cambio acudimos a la clínica durante un paseo sin que haya necesidad de visitar el animal, por ejemplo por pesarlo o solo para que el veterinario le de un premio y una caricia, también el día de la visita el animal asociará la consulta a una experiencia positiva.
En muchos casos el primer contacto con la clínica veterinaria se realiza en condiciones de urgencia y el animal la asociará con el dolor, la molestia de la exploración, contención forzada o suministración de medicamentos. Esta experiencia marcará el animal que en su mente asociará la circunstancia negativa de la enfermedad a los olores, objetos y personas de la clínica. En estos casos podemos plantearnos una reeducación para que el perro pueda “reconciliarse” con el veterinario.
   
Evidentemente si se trata de un cachorro tenemos una oportunidad única para que en su educación básica aprenda un comportamiento ejemplar durante la exploración veterinaria, aunque se puede practicar también con perros adultos, considerando que en este caso dependerá también de sus experiencias anteriores. Un truco muy útil puede ser acostumbrar el animal a subir en una mesa y realizar ejercicios de obediencia. Practicaremos el “sentado”, “tumbado” y otros comandos que puedan ayudar durante la visita, premiando mucho el animal cuando se comporta correctamente. Se puede empezar con tiempos breves y alargarlos cuando vemos que el animal se siente seguro.  

En sesiones sucesivas podremos practicar manualidades diferentes, como cortar las uñas o explorar la boca cuidando siempre premiar el buen comportamiento del animal. Estos juegos acostumbrarán el perro a que le toquen y manipulen sin que lo perciba como una amenaza y facilitará el acercamiento durante visitas, exploraciones o suministración de medicamentos.

Podemos utilizar las mismas maniobras con las herramientas de peluquería. Acostumbrar el animal al ruido del secador o al cepillo, cuidando que no los confunda con juguetes y premiar la buena aptitud de paciencia y tranquilidad con un bocadito gustoso.

Otra buena costumbre puede ser cuidar la higiene dental con un cepillo y una pasta de dientes, evidentemente específica para perros. Hay cepillos de dientes muy cómodos en los cuales podemos introducir el dedo y masajear delicadamente los dientes del animal. Poco a poco el perro aceptará esta manualidad que, además de suponer una buena práctica higiénica, reforzará los vínculos con su dueño y su sensación de confianza.  



En la consulta del veterinario.
Antes de entrar en la consulta es oportuno que el perro haga un largo paseo: esto ayudará a que queme su energía y se quede más tranquilo, además permitirle hacer sus necesidades antes de entrar en la consulta.
Si se trata de un animal sociable y confiado podemos incluso transformar el momento de la sala de espera en un juego, permitiendo a los demás de acariciar y premiar el animal y que haga nuevos amigos. En este caso es importante preguntar a los otros propietarios si su perro es igualmente sociable o su estado de salud. En otros casos, si se trata de un perro con un carácter más tranquilo o poco paciente se procurará controlarlo. Si es un animal de talla pequeña se podrá utilizar un transportin, sobre todo si está enfermo o es muy nervioso. Por tranquilizarlo se podrá poner una prenda de ropa para que el animal perciba el olor de su amo y se tranquilice.
Durante la visita, dependiendo del animal, es posible que se quede más tranquilo en presencia de su amo o al contrario perciba su preocupación. En todo caso el veterinario y el personal auxiliar podrán aconsejar a los propietarios si su presencia es positiva o puede ser de obstáculo. Siempre será oportuno confiar en el personal que conoce métodos de contención correctos que no hacen daño al animal además de técnicas para tranquilizar el animal y explorarlo correctamente. Es evidente que si hemos hecho un buen trabajo previo, como hemos explicado, todo será más fácil y relajado.
La visita siempre deberá terminar con un premio y caricias: felicitar el animal representa un refuerzo a su buen comportamiento.

 

Revista "Perros & Compañía nº 198 - Noviembre 2011



 https://docs.google.com/file/d/0B32Se_xad321eVMzd3JOOFBTZXFjS0VnU1RYQXBUdw/edit

miércoles, 6 de marzo de 2013

Capacidad de aprendizaje del perro


Aunque estemos lejos de encontrar una definición satisfactoria de inteligencia, es indudable que la capacidad de aprender del perro representa uno de los rasgos que nos permiten definirla. Los autores no se ponen de acuerdo acerca de esta definición: en la mayoría de los casos las palabras más utilizadas para describir la inteligencia serían capacidad de aprender, de elaborar pensamientos y resolver problemas.

Como animal inteligente, entonces, el perro es capaz de aprender y lo hace según unos esquemas que representan los pilares sobre el cual construimos el adiestramiento. Conocer la forma de aprender del perro, significa poseer las claves que nos abren las puertas de un correcto adiestramiento y de una correcta educación que, a su vez, nos permitirán construir los cimientos de una relación satisfactoria.




El ABC del comportamiento
Tres palabras pueden resumir el mecanismo de aprendizaje del perro: antecedentes, conducta y consecuencias.
Los anglosajones se refieren a estas palabras como “el ABC del comportamiento”, de las iniciales de las tres palabras en inglés: antecedent, behavior, consequence.
Se habla de antecedentes para indicar todos los eventos o estímulos que están presentes antes de que se produzca la conducta. Son muy importantes porque de ellos depende la conducta que se va a producir, deseada o no que sea.
La conducta es todo lo que el perro manifiesta en respuesta a este estímulo, mientras que las consecuencias representan todo lo que inmediatamente sigue esta conducta y representan un momento de gran importancia en el adiestramiento o en la corrección de una conducta indeseada. Controlando y modificando las consecuencias, comunicaremos al perro si el comportamiento que presenta en relación al estímulo es aceptable para nosotros o no.
Un ejemplo nos hará entender mejor.
Cuando alguien llega a casa (antecedente), el perro salta encima del invitado (comportamiento) y nosotros le decimos “no” y le tiramos. Aunque nos parezca que le estamos castigando, en realidad es posible que estemos reforzando el comportamiento, añadiendo excitación a la situación (consecuencia). Si actuamos bien en la consecuencia de la acción, seremos capaces de controlar que el perro no salte, premiándolo solo si las cuatro patas están en el suelo. Después de unas cuantas veces el perro aprenderá que el hecho de no saltar tiene una recompensa (consecuencia positiva) y no saltará para conseguirla.
Es muy importante que la recompensa (reforzador) siga inmediatamente la conducta deseada o, para decirlo en términos de adiestramiento, sea contingente. Si no se respeta la contingencia el animal no hará la necesaria asociación conducta-premio porque el premio llegará en cualquier momento, independientemente de lo que él haga.




Los pilares del aprendizaje
Los fenómenos del aprendizaje se basan fundamentalmente en dos principios, extensamente estudiados: el condicionamiento clásico y el condicionamiento operante.
A través de condicionamiento clásico el perro establece relación entre un estímulo que normalmente no tiene ninguna importancia para él (estímulo condicionado), con uno que sí que la tiene, un recurso como la comida o el juego (estímulo incondicionado). Esta capacidad del perro para asociar dos estímulos es la base de su aprendizaje natural: el perro aprende que si el propietario coge la correa, significa ir de paseo o que el ruido del plato indica comida, Sin embargo, podemos utilizar esta capacidad durante el adiestramiento de modificación de conducta para contracondicionar una conducta, es decir cambiar la percepción del perro hacia un estímulo cualquiera. Si un perro tiene miedo a las personas, por ejemplo a raíz de una mala experiencia (se ha sensibilizado o condicionado), gracias al contracondicionamiento puede revertir esta emoción hacia las personas aprendiendo que en su presencia solo pasan cosas agradables.    
El condicionamiento clásico es la base de la modificación de conductas indeseadas y depende de la capacidad innata del animal de aprender por asociación. Gracias a las técnicas basadas en este fenómeno, se puede enseñar al perro a vencer sus fobias o miedos y a revertir sus emociones desde la agresividad hacia comportamientos más sociables. El mismo adiestramiento con clicker, basado en el condicionamiento operante, debe pasar por una fase de asociación que el perro aprende entre el clic (reforzador condicionado) y el estímulo incondicionado representado por la comida.

El condicionamiento operante, como la misma palabra indica, implica una respuesta por parte del animal. No se trata de una asociación pasiva, como en el condicionamiento clásico, si no que el perro responde a una orden con una acción voluntaria. Este tipo de condicionamiento es la base del adestramiento e implica la aparición de conductas nuevas que se fijan en el animal gracias a los llamados “reforzadores” que no son nada más que consecuencias positivas a una determinada acción del animal.  
Si, en cambio, las consecuencias de una acción son negativas (castigo) o nulas (extinción), la conducta tenderá a desaparecer.
El problema es que en muchos casos reforzamos al perro de forma involuntaria: lo reñimos con voz suave así que el perro piensa que lo estamos elogiando, o le prestamos atención cuando está haciendo algo que no nos gusta cuando él lo hace exactamente para tener nuestra atención, positiva o negativa que sea. Una forma de reforzar al perro de forma involuntaria es la imagen común del propietario que se deja pasear por su perro: el perro tira de la correa y consigue ir donde quiere. La conducta de tirar la correa es reforzada por la consecuencia de la acción que es conseguir llegar al sitio deseado.


El perro aprende solo
A pesar de que conocemos tantas técnicas y tanta teoría sobre el aprendizaje, no debemos olvidar que el perro es perfectamente capaz de “arreglársela solo”. Si debemos enseñarle es porque debe aprender las reglas necesarias para vivir en un mundo humano al cual evidentemente no está preparado porque no es capaz de entenderlo del todo. Un perro no sabe porque no puede hacer sus necesidades en casa: simplemente lo aprende porque le enseñamos y no se pregunta nada más. Y así con muchos comportamientos que en otro entorno serían del todo naturales, como perseguir presas o ladrar.
Por esta razón, aunque no nos demos cuenta, él aprende los horarios y rutinas de la casa, los ruidos que anuncian algún acontecimiento, el momento de comer y reacciona a nuestro humor mirando nuestros gestos.
Prestar atención a todos estos eventos significa poder utilizarlos a nuestra ventaja y, en cambio, si no los controlamos, podrán establecerse asociaciones indeseadas que desembocarán en comportamientos no previsibles. Un ejemplo es la asociación que los perros con ansiedad por separación establecen entre las rutinas de salida del propietario y su sucesiva ausencia. En este caso una parte de la terapia es intentar romper esta asociación, cambiando los gestos y acontecimientos antes de la salida para que el perro no los reconozca y anticipe con una respuesta de ansiedad la salida del propietario.


Nunca es demasiado pronto
La capacidad del perro para aprender es innata. Nunca es pronto para empezar a enseñarle. Desde el momento en que llega a casa, el cachorro empieza a experimentar al azar, aprendiendo guiado por los resultados de lo que hace. Si tiene buenas consecuencias lo repetirá, si las consecuencias son malas o nulas la conducta desaparecerá. Después, según lo que consigue, fijará algunas conductas.  Sencillamente buscará lo que le conviene aprendiendo a ignorar lo que no tiene los resultados esperados.
El error frecuente de los propietarios es que, al ver al perro tan pequeño, le permiten hacer todo lo que quiere sin pensar que un día crecerá y querrá hacer lo mismo. Le dejamos mordernos las manos, subir al sofá, saltar encima de la gente, eliminar en casa, comer zapatos y calcetines, jugar con nuestras cosas sin discriminar con sus juguetes… Pensamos que la educación ya la aprenderán y olvidamos que ya están aprendiendo pero de la forma equivocada.






¿Sabemos qué queremos del perro?
Una cosa que debemos tener clara cuando queremos enseñar al perro es el criterio de adiestramiento. ¿Somos concientes de qué queremos enseñar al perro? Es importante tener las ideas claras para evitar confusión y que las sesiones sean llenas de órdenes diferentes que al final el perro no fija en su conducta. Un ejercicio a la vez, un criterio a la vez, hará que el perro aprenda con su ritmo y sin prisas.
En muchas ocasiones llegamos a la conclusión que nuestro perro no es especialmente “inteligente” porque parece que no nos escucha, que se cansa enseguida, no aprende los ejercicios que le enseñamos o es “vago”. Sin embargo casi nunca cuestionamos nuestra manera de enseñar al perro, nuestra forma de entenderlo y motivarlo de la forma correcta. Cada perro es diferente y, aunque pertenezca a una determinada raza, puede no tener todas las características que nosotros hemos imaginado al adquirirlo. Así como no cada niño será capaz de tocar el piano como Mozart, no cada perro podrá responder a nuestras intenciones y más si no sabemos comunicárselas de la forma correcta.
Por ejemplo, uno de los errores frecuentes en el adiestramiento con el clicker es no utilizar correctamente el “timing”. El “timing” representa la contingencia del estímulo reforzador condicionado, el “clic” con la acción que queremos enseñar al animal. Debemos utlizar el “clic” con mucha precisión: si queremos enseñar al perro a sentarse, el “clic” deberá presentarse cuando el perro está sentado y no cuando se levanta, si no la conducta que estamos condicionando será la de levantarse.
Entender al perro significa también respetar sus inclinaciones naturales y su temperamento. Cada animal es diferente, se motiva de forma diferente, se concentra un tiempo y luego se cansa.
Otro error es trabajar con el perro con sesiones demasiado largas que ponen a prueba la concentración mental del animal. Podemos trabajar n el animal hasta que notemos que su concentración baja. En este momento introduciremos una orden que libere al animal y podremos jugar antes de empezar de nuevo. La cosa importante es “encontrarle el punto” a cada perro, conocer sus puntos de fuerza y debilidades para trabajarlas y sacar lo mejor.
Evidentemente que podemos mejorar puntos débiles, pero con más trabajo y sin prisas, respetando los tiempos correctos que son diferentes por cada perro.