viernes, 1 de junio de 2012

A cada problema una solución - 2.Gatos

MI gato orina en toda la casa


 



El problema del marcaje en gato es muy común y sus causas pueden ser muy diferentes. Por esta razón es indispensable consultar a un veterinario experto en conducta para que pueda diagnosticar la causa exacta del problema e indicar las correctas soluciones. No obstante existen algunas actuaciones que pueden favorecer la aparición de este problema o ayudarnos a que no se presente.
En general los especialistas aconsejan utilizar bandejas no tapadas, con bordes no muy altos, arena no perfumada y de tipo aglomerante y que la bandeja esté en un lugar tranquilo, lejos de ruidos o de lugares de paso. El número de bandejas deberá ser uno más respecto al número de gatos. Nunca la bandeja deberá ponerse cerca del comedero.
Si el gato empieza a mostrar el problema, podría depender de diferentes factores. La primera cosa será descartar problemas del tracto urinario inferior del gato, muy comunes en esta especie, con un chequeo completo al veterinario. A veces animales mayores pueden tener más problemas en orinar, no llegar a la bandeja a tiempo o no conseguir entrar por dolores o artrosis.
La castración solo será efectiva en caso de marcaje sexual y será inútil en los demás casos.
Una causa frecuente de micción inadecuada en el gato doméstico es el estrés debido a un ambiente con pocos estímulos o a la introducción de cambios de rutinas, de personas, otros animales u objetos. Estos cambios el gato puede reaccionar de forma inesperada y también con micciones inadecuadas. Por esta razón otro consejo sería de introducir los cambios ambientales de forma progresiva, consiguiendo que el gato se acostumbre poco a poco a estos cambios. Puede ayudar el uso de feromonas sintéticas, sustancias que naturalmente tranquilizan al gato y suavizan la percepción de los cambios de ambiente por su parte.
El manejo del ambiente es muy importante para que el gato esté “a gusto” con él. Introducir juguetes, distracciones, acceso a un ambiente tridimensional (montar estanterías o que el gato pueda trepar), será muy útil para que el gato pueda desarrollar sus comportamientos naturales. Por supuesto respetar su intimidad y su carácter ayudará a que se sienta a gusto con nosotros y su ambiente.   


¿Qué hago si rasca donde no debe?



La conducta del gato de rascar es una conducta normal. Es un tipo de marcaje visual, por la presencia de los arañazos, y olfativo, por la deposición de feromonas producidas por las glándulas interdigitales del gato. Como se trata de una expresión natural del comportamiento del gato es necesario que pueda desarrollar esta acción, aunque en casa puede ser molesto para los propietarios. Siempre debemos reservar un sitio para que el gato pueda rascar: en comercio existen rascadores especiales para gatos que llevan olores especiales para que el gato rasque en ellos. Pero, si el gato ya se ha acostumbrado a otro substrato, por ejemplo el sofá, podemos conseguir que deje de hacerlo con un poco de paciencia y constancia.
Algunos propietarios consiguen resultados rascando ellos mismos la superficie que quieren que su gato rasque. Afirman que el gato imita esta acción y en un tiempo aprenda. Quizás este sistema funcione en algunos casos con gatos pequeños si cogemos su patita y rascamos ligeramente como si fuera un juego, pero en muchos casos puede tratarse de coincidencias y realmente este método de “imitación” no se ha contrastado científicamente.
Un método eficaz es mover el rascador a la zona en la cual el gato ya está rascando, por ejemplo el sofá. Podemos hacer que el sofá sea menos “deseable” cubriéndolo con un sustrato que no guste al gato, por ejemplo un plástico que haga mucho ruido. Si encima el rascador está rociado con un líquido que contenga catnip, una hierba que les gusta mucho, quizás conseguiremos que el gato prefiera rascar donde debe. Es importante que el rascador se ponga en una zona tranquila que el gato perciba como suya, cerca de su cama, por ejemplo.
El secreto está en probar y probar. Nunca mejor dicho: cada gato es un mundo y le puede gustar una superficie más dura o más blanda, de tejido o madera, horizontal o vertical. Conocer bien a nuestro gato significa también aprender a aceptar sus pequeñas “manías”. En este sentido la raza puede influir. Si se trata de un gato grande e fuerte, quizás debamos proporcionarle un rascador bien anclado o de madera. No hace falta comprar uno de los rascadores aparatosos en comercio: podemos confeccionar uno en casa, cuidando de todos modos que el rascador no se rompa en astillas, en el caso de madera, o mimbre, y que esté bien sujeto a la pared o de forma que no se mueva cuando el gato rasca. 

La pesadilla de ir al veterinario




Por muchos propietarios la sola idea de tener que llevar a su gato al veterinario es causa de estrés. Y no solo por ellos, si no también para el gato se transforma en un verdadero trauma. El resultado es que muchos gatos no son llevados al veterinario para los controles rutinarios y en muchas ocasiones este hecho hace que algunas enfermedades puedan pasar desapercibidas y que los gatos lleguen al veterinario cuando la enfermedad ya ha avanzado.
Con unos pequeños trucos podemos cambiar esta situación y hacer que nuestros gatos puedan disfrutar de una medicina preventiva sin estrés.
En primer lugar, como en muchas ocasiones, es importante empezar desde casa con una buena educación y socialización con el transportín. Este “objeto misterioso” que solo sale cuando se va al veterinario debe transformarse en un “inseparable amigo” para el gato que aprenderá a verlo como un lugar seguro.
Podemos conseguirlo en cuatro pasos.
-          Utilizar el transportín más adecuado. En comercio hay diferentes tipos, duros, con puerta extraíble, que pueden abrirse desde delante o en la parte superior,  blandos, en forma de bolsa… Utilizaremos el tipo que más nos guste, a nosotros y a nuestro gato;
-          Uso del transportín. Lo usaremos como un lugar seguro para el gato, en el cual podrá descansar, alejarse cuando quiere y en el cual se encontrará protegido de todos los estímulos que no le gustan;
-          Acostumbrar el gato al transportín: Lo pondremos en un lugar tranquilo, a poder ser, un poco elevado del suelo, pero que no pueda caerse. En principio lo dejaremos abierto para que el gato pueda entrar y salir libremente. Si vemos que no lo hace podemos remover la tapa y empezar más poco a poco. Pondremos en ello una manta suave y atractiva, jugaremos con el gato cerca o dentro del transportín, lo rociaremos con feromonas que tendrán un efecto tranquilizador, premiaremos con comida cuando entra espontáneamente y podemos completar nuestro “plan” poniendo dentro sus juguetes favoritos. Una vez que lo vemos más “a gusto” con su transportín, podemos empezar progresivamente a cerrar la puerta y premiarlo si se queda tranquilo.
-          El último paso será llevarlo de paseo en coche: lo haremos muy despacio, empezando por llevar el transportín al coche cubierto por una toalla o una manta. Lo fijaremos al asiento trasero con el cinturón de seguridad. Aumentaremos progresivamente el tiempo de permanencia del gato en el coche, introduciendo pequeños paseos `progresivos y, cuando vemos que el gato está más cómodo, llegando finalmente al veterinario.   


¿Se puede entrenar un gato?


La respuesta es “si”, pero a pacto que nos armemos de paciencia y empecemos con un gatito muy joven. Como cualquier otro animal, los gatos aprenden que una acción puede tener una consecuencia positiva o negativa. De ahí que, premiando los comportamientos deseados, podamos lograr que los gatos puedan aprender trucos útiles en su educación. Una cosa importante que podemos enseñar aun gato es que al tocar nuestra mano tendrá una recompensa. Los gatos tienen la tendencia a acercarse si les tendemos la mano para olernos, así que utilizamos este comportamiento natural y lo reforzamos con premios. Podemos armarnos de una comida apetitosa, tipo lata o algo que le guste mucho al gato. Cada vez que nos toca la mano con su nariz, le premiaremos. Este comportamiento puede ser útil si queremos llamarlo para que venga, si, por ejemplo está haciendo algo que no debe o se ha metido en una situación peligrosa o simplemente si queremos que entre en su transportín.
El secreto está en non hacer sesiones demasiado largas - cinco minutos serán suficientes – y cambiar de ejercicio si vemos que el gato se aburre.
Una de las formas en la cual podemos entrenar a nuestro gato es el clicker. Podemos armarnos de una cajita que emite un “clic” y cada vez que el gato hace bien un ejercicio clicamos y recompensamos.
Entrenar al gato no solo es una forma de establecer relación más estrecha con él, si no de estimularlo a solucionar problemas y no aburrirse y estresarse.
Además, como hemos visto, el gato se estresa mucho si tenemos que llevarlo al veterinario. Con este sistema podemos entrenarlo a que acepte el transportín como un juego y que las visitas al veterinario sean menos estresantes.

En este vídeo podemos ver la doctora Sophia Yin entrenando dos simpáticos gatitos...


Cuidado con los cambios en casa…

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Los gatos son muy sensibles a todos los cambios que pueden ocurrir en casa.
Son animales muy territoriales y necesitan tener control sobre su ambiente para sentirse seguros.
Reaccionan sobre todo a cambios de olor, de mobiliario, mudanzas, introducción de un nuevo animal o llegada de un nuevo miembro de la familia.
También pueden reaccionar negativamente a cambios en su rutina, como por ejemplo si los propietarios se van de viaje, cambios en casa debidos a nuevos horarios de trabajo, modificación de las normales interacciones que tenemos con él.
Así que cuando queremos introducir uno de estos cambios, debemos cuidar que se realice lentamente, dejando que el gato se vaya acostumbrando a él. Evidentemente no todos los gatos son sensibles de la misma forma y reaccionan con comportamientos diferentes que a veces pueden ser inesperados. De todos modos si pensamos que en poco tiempo algo va a cambiar en nuestra vida y puede afectar al gato, es importante tomar algunas precauciones.
Si nos mudamos, podemos acondicionar un ambiente para el gato, para que sea una zona segura, con sus juguetes, su manta favorita, un difusor de feromonas y posiblemente sin mucho ruido. Podemos darle la oportunidad de acostumbrarse al nuevo ambiente, olores y ruidos y, cuando esté más relajado, podemos dejar que explore el nuevo territorio. Lo mismo podemos hacer si se trata de un nuevo miembro de la familia: las presentaciones deben ser graduales. También si se trata de un nuevo gato, es importante dejar las interacciones para después. En estos casos hay protocolos diferentes de reintroducción en los cuales los gatos se van acostumbrando mutuamente el uno al olor del otro, dejando por última la interacción visual.
Las reacciones más comunes a los cambios pueden ser.

-Anorexia nerviosa: puede ser peligrosa en el gato si está en ayunas prolongada porque puede afectar gravemente al hígado. En este caso proporcionaremos al gato una comida que le guste mucho y lo confinaremos en una zona segura. Si sigue sin comer tres o cuatro días es importante consultar un veterinario.

-Agresión redirigida: se trata de una reacción del todo incontrolada: el gato no puede identificar la causa del estrés y reacciona agresivamente hacia la primera cosa que tiene a tiro, que puede ser el propietario, otro animal de la casa o un desconocido. A veces se trata de ataques muy violentos y en estos casos lo mejor que podemos hacer es eliminar la causa del estrés y cerrar el animal en un sitio tranquilo con poca luz hasta que se calme. Una vez instaurada la reacción se deberá introducir el estímulo muy progresivamente si es necesario, aunque estos casos son muy complicados de solucionar.

-Micciones inadecuadas o spraying: se trata de una reacción de estrés en la cual el gato, machos o hembras, depositan su orina en superficies verticales con una típica postura de cola levantada. Debemos diferenciar este comportamiento de un comportamiento de marcaje sexual que solo se realiza en presencia de otros gatos. En este caso puede ser una reacción de estrés y también se debe individuar la causa y eliminarla o ir acostumbrando al gato.

-Estereotipias: una de las más comunes en un gato con reacción de estrés es el lamido excesivo de zonas como el abdomen y la cola. El gato se lame hasta que la zona se quede depilada e irritada. Debemos diferenciar este proceso de reacción psicológica de procesos dermatológicos primarios e intentar volver a situaciones de tranquilidad y rutina, más cómodas para el gato.

Como hemos visto el gato puede reaccionar al estrés con comportamientos diferentes que pueden ser evitados con un poco de prevención y, una vez instaurados, pueden necesitar la intervención de un profesional etólogo que estudie el ambiente y el gato y tome las medidas adecuadas que en muchos casos serán de tipo ambiental, eventualmente suportadas por medidas farmacológicas.

A cada problema una solución - 1.Peros

La convivencia con un animal de compañía puede ser mejorada si conocemos algunos “trucos” básicos que en muchos casos pueden solucionar algunos de los principales problemas y transformar situaciones de tensión en momentos agradabl

¿Qué hago cuando tira de la correa durante el paseo?



El hecho de tirar de la correa se puede decir que es aprendido. Y somos nosotros los que enseñamos al perro a tirar más y más fuerte. Como siempre decimos, los perros “van a lo que les funciona”, así que pronto aprenden que tirando de la correa llegan antes donde quieren. Y nosotros no hacemos nada más que tirar del otro lado haciendo que el juego sea. “Si yo tiro, él tira y los dos avanzamos”. Esta conducta se instaura muy temprano en el cachorro, pero las quejas siempre empiezan en el perro adulto. Solo que la conducta ya se ha aprendido e instaurado y es más difícil recuperar el control de la situación.
La clave, como siempre, está en la paciencia y coherencia. Entre lo que podemos hacer hay algunas soluciones diferentes que pueden adaptarse a cada caso.
Empecemos desde casa: antes del paseo intentamos no excitar al perro: cojamos la correa despacio, no le animemos con palabras. Solo nos agacharemos esperando que venga y le pondremos la correa. Estaría bien, en casos en los cuales el perro es muy excitable, dejar la correa en sitios habituales, cogerla aunque no se salga de casa, para que cuando el perro la vea no la asocie al paseo y se ponga nervioso.
Utilicemos premios: esparcir un puñado de premios en el suelo puede enseñar al perro que no solo pasa algo bueno al parque donde quiere ir de prisa, si no que si va despacio también en el trayecto pasan cosas buenas y sobre todo si no tiene prisa.
Parémonos si el perro tira: en este caso el perro aprenderá que si tira va a pasar algo poco divertido, que es que se para, mientras que si camina más tranquilamente podrá avanzar, que en definitiva es lo que quiere. Si conseguimos que no tire podemos, en el mismo momento, tirar unos cuantos premios y después, siempre con la correa sin tensar.
Collares y correas: nunca utilizaremos collares de púas o de ahogo que crean dolor al animal. Hay en comercio collares tipo Halti o Gentle Leader que se colocan a la cabeza y alrededor del hocico y consiguen cambiar la dirección de la cara cada vez que el perro tira de la correa. La mejora es casi inmediata, y pueden ayudar en situaciones en las cuales el perro estira mucho.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         Mi Mi perro ladra todo el día



Es uno de los problemas más comunes y que mucho puede afectar al propietario y a la convivencia con los vecinos. Los continuos ladridos pueden acabar con una buena relación con el perro hasta el punto que muchos propietarios deciden deshacerse de él, a menudo a raíz de denuncias por parte de los vecinos.
Como el problema no se soluciona con una varita mágica, es importante implicarse y buscar la causa del problema. Son muchas las situaciones que provocan el ladrido del perro, muy diferentes y con diferentes causas. Buscarlas representa el primer paso hacia la solución, aunque en muchos casos es necesaria constancia y disciplina, del perro y del propietario.
Pero ¿por qué ladra el perro?
La raza seguramente representa un factor de predisposición, pero el ambiente, el aprendizaje y la experiencia son los factores determinantes. Hay razas más predispuestas a ladrar, en general las pequeñas que pueden llegar a ladrar para cualquier cosa. Son razas más reactivas y enérgicas, pero no son las solas. También perros de trabajo, muy activos, pueden ladrar, sobre todo cuando quieren “marcha”, considerando que se aburren con facilidad si no los estimulamos psíquicamente. Razas de guarda también pueden ladrar con más frecuencia.
Un perro dejado solo todo el día es probable que se aburra y, a parte otros problemas de comportamiento, puede ponerse a ladrar ininterrumpidamente. No se trata solo de perros dejados en pisos, si no también en jardines, según la convicción que si el perro está al aire libre estará bien aunque no se le haga caso.
Otra razón que muy a menudo causa ladridos es el miedo. Muchos perros pueden tener falta de socialización durante su periodo sensible (de las 3 semanas a los 3 meses) y esto puede hacer que desarrollen miedo a lo que no han aprendido a conocer. En este caso es importante identificar la causa de miedo e intentar que poco a poco el perro se familiarice con ella, por ejemplo haciendo asociaciones positivas, comida apetitosa, caricias, juego y…mucha paciencia.
Una circunstancia, también muy frecuente, es ladrar para llamar la atención del propietario. Es una herramienta que siempre le funciona al perro porque, aunque solo le reñimos o le decimos “¡basta!” su propósito se habrá cumplido. En este caso ignorar al perro es lo mejor que podemos hacer, aunque a menudo sea difícil. Mejor aún será premiar las conductas deseadas, es decir si el perro está tranquilo. En este caso podemos acercarnos a él y premiarlo, intentando no subir la excitación, simplemente acariciarlo y darle un premio. El perro asociará que cuando está tranquilo tendrá premio y si se excita se le ignorará.
Por último un fenómeno muy común es cuando el perro ladra detrás de una valla. En este caso puede tratarse de una conducta aprendida en cuanto de cachorro todo el mundo se paraba a decirle algo, mientras que de adulto la gente no se acerca tanto. Así él intenta llamar la atención ladrando, pero obtiene el efecto contrario: nadie se acerca. Esto provoca en el perro una frustración que transforma su deseo de que el ser humano se acerque en malestar cada vez que es rechazado. Así que el círculo se cierra. En este caso es importante que el animal no vea la calle y se intente poner una valla más apropiada. Otra causa de ladrido en caso de perros que viven en el exterior es la protección del territorio. En este caso el perro se da cuenta que ladrando obtiene lo que quiere, es decir que los extraños ese alejen. Así que “va a lo que le funciona” y el comportamiento se refuerza. Es importante prevenir este comportamiento, habituando al perro que si viene alguien pasan cosas buenas, se le distrae, se llama su atención para que no pueda establecer esta conducta y la asociación entre el ladrido y el hecho de que el “intruso” se va.
Hay muchas condiciones en las cuales los perros pueden manifestar la conducta de ladrido excesivo, y, como hemos visto, la cosa más importante es buscar la causa para poder actuar correctamente.

¿Qué hago si se pelea?



La agresividad es un comportamientote los perros del todo normal. Así que la evolución ha premiado este comportamiento, seleccionándolo en todas las especies. El problema es controlar y reconducir esta agresividad en situaciones de la vida cotidiana que pueden llevar a conflictos a veces peligrosos. Un concepto importante es que un perro no nace agresivo, si no aprende a utilizar la agresividad en determinadas situaciones solo porque “le funciona”. La tendencia a ser más o menos reactivo puede ser genética, pero el ambiente juega un papel determinante para que el perro aprenda que si se comporta de forma agresiva obtiene lo que quiere. Las causas que desencadenan la agresividad pueden ser varias y en este sentido cada perro es un mosaico de emociones en el momento de desencadenarse la agresividad. Así que identificar la causa y el detonante representa el paso indispensable para solucionar el problema. La postura del perro y el blanco de la agresividad pueden completar el cuadro. Si el perro presenta una postura claramente dominante es que quiere afirmar su poder sobre el contrincante; al contrario, si la postura es de miedo ésta es la causa de su agresividad, intentar defenderse de algo que percibe como un peligro. Desgraciadamente en la mayoría de los casos las cosas no son tan sencillas y el perro muestra posturas ambivalentes, mezcladas entre miedo y dominancia. Estos casos deben ser estudiados con atención porque pueden interactuar diferentes componentes, como la ansiedad, la falta de una socialización adecuada que implica no saber cómo acercarse a otro perro (falta de aprendizaje de los rituales), aprendizaje equivocado y reforzado en el cual el perro  aprende que con la agresividad puede solucionar sus problemas. Por esta razón el diagnóstico es indispensable en la cura de este problema.
Si llegamos a las consecuencias extremas de la pelea, hay algunas cosas que absolutamente debemos evitar, como:
Ponernos en medio de la pelea: lo más probable es que nos llevemos un mordisco de algún contrincante por la llamada “agresividad redirigida” o por equivocación;
Coger en brazos a los perros pequeños: por la misma razón, en una situación de excitación el perro puede mordernos porque no puede alcanzar su objetivo principal y mordernos para descargarse;
Gritar y excitarse: aumenta la tensión y excitación de la situación.
En caso que el conflicto no sea demasiado grave, lo mejor es que dejemos que los perros resuelvan sus diferencias. Pero, evidentemente, si vemos que la situación pone en peligro a los perros es importante actuar con firmeza y sangre fría. Evitando los comportamientos antes descritos, podemos coger las patas traseras de los dos perros (evidentemente con la ayuda de otra persona), para que pierdan el contacto con el suelo, el apoyo y el equilibrio. De esta forma podemos tirarlos hacia atrás para que retrocedan y, así, separarlos. Si no puede ayudarnos nadie, intentaremos esta maniobra con el perro más agresivo y dominante que ha empezado la pelea para tener más posibilidades de éxito. 


Mi perro es demasiado efusivo con los amigos y las visitas



Paseamos por la calle con nuestro perro y encontramos a una pareja de amigos.  Como siempre él los reconoce y empieza a tirar para poder saludarlos. Y como siempre se les tira encima y empieza a lamerlos moviendo la cola. Otra situación: invitamos unos amigos a cenar y nuestro perro se pone muy excitado y se les sube, pide comida a la mesa, corre de un lado a otro, ladra y hace que la tranquila velada se transforme en una lucha… Son ejemplos muy comunes y las reacciones de los propietarios normalmente se reducen a dos fundamentales: dejar que el perro haga todo lo que quiere (pobrecito, solo está manifestando su alegría), o cerrarlo en una habitación, en el caso de las visitas a casa. Las dos reacciones son incorrectas y no solucionan el problema, pudiendo incluso llegar a estropear las relaciones sociales con los amigos. No a todo el mundo le gusta que un animal se le suba encima o sea el centro de la atención de todos.
En muchos casos el primer paso es darnos cuenta que efectivamente hay un problema y que tiene solución solo si nos “ponemos las pilas” y empezamos a trabajar y a proporcionar al perro una correcta educación. Muchos propietarios están convencidos que educar al animal es transformarlo en un ser infeliz, triste y contener sus instintos. En realidad es mucho peor no educarlo y que no entienda porque nos ponemos nerviosos o lo castigamos en algunas situaciones.
Una vez estemos concienciados a solucionar el problemas hay una serie de reglas y trucos que podemos utilizar.
Obediencia básica: pasear correctamente con el perro sin que estire de la correa y enseñarle que cada vez que se acerca una persona conocida tiene que sentarse. Este ejercicio necesita entrenamiento, paciencia y muchos premios. Se trata de enseñar al perro una conducta incompatible con la que no deseamos que haga (si está sentado no saltará encima de las personas).
Ignorar la conducta indeseada: cuando llegamos a casa el perro nos esperará para saludarnos con ansia para recibir nuestras caricias. En el momento en el cual abrimos la puerta salta y nos saluda y nosotros correspondemos con caricias, besos y palabras cariñosas. Estamos reforzando este comportamiento. Cuando llegamos a casa debemos evitar hacer caso al perro si está excitado para no aumentar y reforzar esta excitación. Solo cuando se haya calmado, lo llamaremos y premiaremos su comportamiento tranquilo con premios y caricias.  
Hacer que aprenda a estar en “su sitio”: podemos poner una manta en un rincón y enseñar al perro que es su sitio y premiarlo mucho jugando con él cuando se queda ahí. No se trata en ningún caso de un castigo, solo de un sitio que el perro asocia con situaciones positivas. ¡Irse a su sitio significa caricias, juegos y premios! Cuando llegan visitas, simplemente le decimos que se ponga ahí quieto y lo premiamos si no se mueve. Cuando las visitas han entrado, se le da una orden que puede ir a saludar. De esta forma se reduce la excitación y se presenta la visita al perro en un contexto más tranquilo.
Practicar ejercicios con la puerta y el timbre: una variante puede ser practicar con el timbre. Cada vez que suena el timbre se enseña al perro que se siente, así no podrá saltar. Se premian todas las acciones positivas deseadas hasta que el perro aprende que al sonar el timbre debe sentarse para recibir su premio y quedarse sentado hasta que no le decimos que puede ir a saludar la visita.


Muerde todo: ¿cómo actúo?


Es bien viva en la mente de todos nosotros la imagen de un perro que muerde con gusto un zapato. En realidad el problema de morder objetos en los perros es extremadamente importante, en muchos casos difícil de solucionar y hasta puede ser indicador de un malestar del animal más profundo. Al principio puede ser hasta divertido ver al cachorrito empeñado con su zapato, mordiéndolo con sus puntiagudos dientecillos hasta destrozarlo completamente. Hasta lo reforzamos, jugando a que el cachorro nos muerda las manos. Lo excusamos porque el cachorro debe morder porque le están saliendo los dientes y le permitimos que haga algún que oro destrozo, pensando que acabará creciendo y dejando de hacerlo. El problema es que no estamos corrigiendo este comportamiento en el momento de aprendizaje más importante y esto puede conllevar a tener un perro adulto destructor que es mucho menos gracioso.
La educación del cachorro empieza el día mismo que pone su morrito en casa. Aunque pequeño tiene todas las herramientas para aprender lo que le enseñamos y es indispensable que sepamos ponerle límites antes que se vicie con comportamientos indeseados.
Normalmente el cachorro aprende la inhibición a la mordida con sus hermanos: apretar los dientes más fuerte de lo debido, tiene como consecuencia el paro del juego, la queja y el gruñido. Pronto el cachorro aprende que si quiere disfrutar del juego debe ser menos “bruto” y aprender buenos modales. En ausencia de hermanitos y de la madre, tenemos que suplir a esta falta poniéndonos a su sitio y parando el juego si el perro tiene en la boca un objeto que no queremos que tenga o nuestra mano. Será suficiente decir un “no” decidido, parar el juego e ignorar al perro hasta que se calme.
En perros mayores en general la tendencia a destrozar debe acabar al año, año y medio. Si no es así hay algo que no va bien y debemos actuar. En general el perro destructor puede no haber entendido la diferencia entre lo que puede o no puede morder, pero en muchos casos (y empiezan a ser mucho más frecuentes), se trata de que el perro no tiene la posibilidad de desarrollar todos sus comportamientos naturales y empieza a volver su atención al ambiente a su alrededor y a destrozar todo lo que tiene a tiro. Últimamente aumentan los casos de personas que adquieren un perro sin tener tiempo para dedicarle, le dejan solo en el jardín, en casa o en pisos en los cuales el perro se aburre. Destrozar es, entonces, su forma de decir que necesita atención, relacionarse, correr, jugar, y todo lo que un animal debe hacer.
Científicamente se ha demostrado que animales que muerden por aburrimiento estimulan la producción de endorfinas, sustancias que se liberan en situaciones de placer. Así este comportamiento se refuerza porque el animal experimenta placer, casi es para él una adicción. En los casos más graves el animal puede desarrollar comportamientos autodestructivos y compulsivos que necesitan la intervención de un etólogo profesional.
La prevención a través de una correcta educación es fundamental: poner límites a los cachorros en el periodo más importante de su aprendizaje, socializar correctamente al perro, hacer que pueda desarrollar todos los comportamientos que en la naturaleza expresaría. Sobre todo entender sus necesidades y compartir nuestras actividades y nuestras vidas.